Desde siempre tengo pesadillas. Además, son más pesadillas que sueños chulos. Pero los sueños chulos los recuerdo con cariño. Más que nada porque me hacen sentir cosas que no puedo sentir en la vida real. Creo que el mejor sueño que he tenido fue que estaba en mí barrio un domingo por la mañana y no había nadie, de esos domingos en los que todo el mundo duerme y hace una temperatura perfecta, con un sol que acaba de salir. Y yo iba saltando por en medio de la carretera (iba a la churrería). A cada salto, flotaba y me posaba despacio. Era alucinante, me sentía genial. Creo que nunca he estado tan a gusto en mi vida.