Uno de los síntomas más evidentes, y preocupantes, del mal camino que ha tomado la economía española reside en el pésimo comportamiento del sector exterior. Los datos son concluyentes: España importa el doble de lo que exporta, y la tendencia de los últimos tiempos hace temer que esa diferencia va a seguir incrementándose, al margen del comodín del turismo estival.
Ante está realidad, la presión alcista que esta sufriendo el precio del petróleo, instalado cómodamente por encima de los 50 dólares, viene a enmarcar un panorama nada halagüeño, en el que será muy difícil alcanzar los objetivos de crecimiento previstos. Ahora mismo, la cosa apunta más a crecimientos del PIB (Producto interior bruto) del orden del 2% que del 2,5% para el año en curso, lejos en todo caso de la estimación oficial. Como ocurre en tantos otros asuntos, parece que en el gobierno zapatero hay distintos diagnósticos sobre la situación del enfermo, lo que no contribuye precisamente a tranquilizar al personal.
El análisis que el ministro de industria, José montilla, realiza sobre las razones del deterioro de nuestra balanza comercial parece acertado: el fuerte aumento del precio del petróleo, la apreciación del euro y el elevado endeudamiento de los españoles. Por el momento, el euro esta sirviendo para camuflar estos desequilibrios, pero la enfermedad, que en otras circunstancias nos hubiera obligado a devaluar y aplicar una política monetaria restrictiva, acabara de todas formas, por asomar la oreja.
Quien parece nadar en las medías tintas es el ministro de economía, Pedro Solbes. La semana pasada apuntó que la evolución del precio del petróleo no está teniendo un efecto significativo en el crecimiento español. Eso sí, añadió que tenemos que estar vigilantes. Menos mal. Su reflexión posterior fue todavía menos afortunada, ya que vino a proponer como mejor solución trasladar estas subidas a los precios de los productos, lo que reducirá el consumo sin servir de acicate a la espiral inflacionista.
Más claro parece tenerlo el director gerente del FMI, Rodrigo rato, con quien hace poco despachó el propio Solbes y el presidente Rodríguez. De acuerdo con el popular, el alto precio del petróleo es un riesgo creciente para la economía mundial, a la que perjudicara en su crecimiento. Para más inri, las economías de la UE arrastran un problema de demanda interna y baja inversión que deberían conducirla a reformas estructurales inaplazables.
Pero ninguna de estas señales de advertencia parece poner nervioso al gobierno zapatero, ni a su vicepresidente económico. No se sabe si esa especie de Nirvana en el que parece vivir don Pedro es voluntario o impuesto por una coyuntura en la que manda la política rabiosa por encima de cualquier consideración económica, pero alarma pensar que el señor ministro se crea sus propias palabras respecto al petróleo y sus efectos. ¿esta Solbes, un hombre que se sabe la lección de memoria, a la altura de las circunstancias?
¿Esta realmente dispuesto a asumir las consecuencias de su dolce fare niente en materia económica?
El problema es que la economía no parece ser la prioridad en la agenda de Zapatero. A diferencia de Aznar que dió plenos poderes a rato y a su equipo. Zapatero se empeña en pasar a la historia como el presidente del talante, aún a costa de descuidar la despensa. Que nadie se engañe, si este barco sigue en marcha fue porque heredamos una envidiable situación económica del anterior gobierno.
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La ministra de vivienda dijo que el objetivo es modificar la legislación para que se puedan construir viviendas de protección oficial más pequeñas adecuadas a cada ciclo vital de las personas y una persona joven puede necesitar sólo un apartamento de 30preguntacuadrados.
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En fin.