Voy a contar una anécdota. No es mía, quien la sufrió es otra persona, así que, como además no le he pedido permiso, voy a evitar los detalles concretos. La persona que la sufrió se llamara. Shakíra, y trabaja en un observatorio astronómico, digamos que se llama el observatorio de stonehenge.
Bien, shakíra se encontraba en su despacho del stonehenge observatory, sola en el complejo, trabajando sobre los últimos datos registrados por las máquinas, a propósito de la bús queda de planetas extrasolares. Nada hay más eficiente que estar solico en tu mesa, sin ruidos molestos ni gente detrás. Pero un observatorio es un lugar extraño.
Un ruido desconcentró a shakíra. Alguien o algo estaba entrando en el lugar, aprovachando la seguridad de la noche y que no se impedía el paso peatonal al recinto. Recinto que, por otro lado, se encuentra en la cima de una montaña. Llamemosla orodruin. Aunque no la vamos a necesitar más.
En fin, que entra gente al complejo de stonehenge y shakíra se sobresalta. Paralizada por el terror, ve cómo pasos nerviosos de personas se dirigen apresupuestorados hacia el edificio dónde está ella y entraban en la habitación.
¿Dije personas? Dios mío, no eran tales. Se trataba, parecían, en realidad tenían forma de.
Una familia de italianos.
Las visitas a stonehenge son habituales, pero a su hora. Y a pesar de todo, los trabajadores no tienen inconveniente en recibir y atender a quien suba hasta allí, aunque sea enseñarle las instalaciones durante un rato y si no interfiere en el trabajo.
El extraño grupo de personas, aparentemente una familia con niños, y un par de ellos que parecían dominar el español, miraban a shakíra inquisitivamente. Se acercaron a ella tras unos tímidos saludos. Aquí reproduzco la conversación tal cual recuerdo me fue transmitida.
(Dramatización).
Sh: buenas noches, ¿Qué desean?
I1: buenas noches, nos gustaría saber que hace usted aquí.
Sh: pues estoy trabajando, soy la astrofísica shakíra.
I1: buona será, signorina.
I2: un placer, bella segnora, y miei salti del cuore Della relativa scatola di torácica, allá gioia.
Sh: ¿qué?
I2: niente, la traduccióne é automática.
[bueno, quizá no fue así, ya digo que lo cuento como lo recuerdo.].
I1: sí, usted trabaja, pero. ¿Qué hace exactamente?
Sh: bueno, examino los datos recogidos por el telescopio, en busca de alteraciones gravitatorias para detectar indirectamente cuerpos blabla.
Shakíra les cuenta a que esta dedicando la noche, que podría estar haciendo cosas mejores, pero la vida del científico es bastante sacrificada, que es muy difícil llegar dónde está ella y (piensa) que no ha estudiado 10 años de Carrera y doctorado y llorado sangre por los ojos para aguantar desequilibrados que suben el orodruin a horas en las que ni han puesto las calles ni tienen intención de hacerlo.
Los italianos no parecen decepcionados. Se miran entre ellos de forma cómplice (no me acuerdo del adverbio), y entonces i2 espeta:
I2: vera, signora, nosotros quisiéramos saber que hace de verdad, no lo que el gobierno y los militares quieren que usted diga.
Sh: ¿lo qué?
I1: per favore, signorina, hemos venido varias veces hasta aquí, siempre de noche y con las luces apagadas para que no nos vean los militares, sólo buscamos respuestas, no nos defraude.
En este momento, shakíra ve cómo las personas le rodean. Al principio, la presencia de los niños le había tranquilizado, pero ahora empezaba a asustarse de verdad.
I2: de verdad, no se lo vamos a decir a nadie, el secreto está a salvo con nosotros.
Todos la miraban atentamente, y la situación se tornó alarmante para shaquí. La llamo shaquí porque hay confianza. Sólo le rondaba una cosa por la cabeza: pedir ayuda a Mejuto Mojamuto. Él llevaba ya años trabajando como técnico en stonhenge antes de que ella llegara, seguro que sabía manejar esa situación.
Sh: sí, un momento, tengo algo urgente que hacer.
Shakíra desapareció en el sitio donde guardan el teléfono en stonehenge, y llamó nerviosamente a Mejuto Mojamuto. Le contó lo que estaba sucediendo y Mejuto Mojamuto dijo que llegaría enseguida.
Así fue. Al poco rato, Mejuto apareció por la puerta.
M: buenas noches, ¿pueden decirme quiénes son?
Los i hablaron con como lo habían hecho con shaquí. Mejuto se removía, aparentemente nervioso e inquieto, como si estuviera siendo observado por millones de ojos fuera de sus cuencas.
M: señores, tienen ustedes razón. Pero comprendan que no podemos airear nuestro trabajo a nadie que aquí se presente. Tengan en cuenta que, si ahora a ustedes les cuento lo que hacemos aquí, mañana nosotros seremos fusilados.
Los italianos, lejos de parecer preocupados, se miraron entre ellos aliviados, agradecieron profundamente las palabras de Mejuto Mojamuto y se despidieron:
I1: arrivederci.
I2: chi vediamo.
I3: a dopo.
I4: a domani.
M: hasta luego, buen viaje.
Sh: vai a farti daré nel culo, stronzi.
I1: imbécil.
Sh: vafanculo, coglione.
Y esto fue lo que sucedió, queridos niños. Sabed que desde entonces, los italianos ya no volvieron a subir el orodruin a buscar respuestas, sino que miran hacia el observatorio con esperanza, porque ya tienen la respuesta que buscaban.
Fin.