Esto del alma es como el vértigo. Yo tiendo a creer en el alma, tiendo a ello, es como acercarme al borde del abismo, tiendo a acercarme.
Entonces me entra el vértigo, y me echo para atrás, es como pensárselo dos veces.
La razón, o el razónar, me tira para atrás.
Pero invariablemente tiendo a volver a acercarme a ese borde que me atrae.
Pero de nuevo el vértigo, la razón, y me echo para atrás.
Me llena de perplejidad ver lo seguros que están los que creen, como aprendiz.
Tanta perplejidad como la que me produce ver lo bien construido que tienen su ateísmo los Mars, Hyda, dada, Carleptos.
Yo es que no lo tengo claro.