Cuando se empezó a comerciar con yogures en España, un hijo de la tendera ayudaba ocasionalmente a sus progenitores en su pequeño negocio.
Estaba aprendiendo, y le tocó despachar a una ama de casa que venía en busca de yogur, entre otras cosas.
El muchacho, estupefacto por la inusual petición, tuvo que recurrir a su madre, para saber que cosa quería esa señora.
El Danone,
Carlitos- Le dijo la empresaria-.
El muchacho, más despabilado, no pudo callarse el razonamiento, y exclamó: ah. La del Danone.
Por cierto, no encaminó su vida hacia el comercio, o la mercadotecnia, se hizo
guardia de asalto y se compró un coche.