Una moto puede ser muchas cosas: medio de transporte, declaración de intenciones o simple excusa para llevar chaqueta de cuero en verano. Pero en manos de Mandrill Garage, la Triumph Bonneville T120 se convierte en una obra artística con ruedas. No es solo mecánica con buen gusto, es una pieza que cuenta una historia visual, moldeada con herramientas, pigmentos y algo de tecnología punta.

Un estilo que no se descompone

Mandrill Garage no rehúye el color. Lejos de los tonos apagados y el cromo por inercia, este modelo apuesta por una paleta vibrante que recuerda a las icónicas carreras de los años 80, especialmente el esquema Rothmans. No es nostalgia pura; es reinterpretación. Es como si los diseñadores hubieran abierto una caja de pinturas, puesto a sonar una playlist retro-futurista y dejado que la moto se pintara sola.


Diseñar una moto como quien dibuja un cómic

Todo el cuerpo de la moto parece trazado con la precisión de una ilustración técnica, pero con alma de viñeta. Líneas bien definidas, contraste entre texturas (metal, carbono, titanio) y un juego de formas que evita lo superfluo sin caer en lo aburrido. Cada curva y cada ángulo cuentan algo: velocidad, tensión, equilibrio. Incluso el faro parece mirar con intención, como si supiera más de arte contemporáneo que de carretera.

La 3D como herramienta de escultura funcional

Donde otros ven impresoras 3D, Mandrill ve cinceles digitales. Las piezas creadas por este método no solo sirven para aligerar peso o probar formas. También dan libertad absoluta al diseño, permitiendo crear elementos únicos que integran arte y función. Lo que antes era “manillar y botones” aquí se convierte en una interfaz visual, casi táctil, con personalidad propia.


Más que pintura es una narrativa visual

Cada parte de la moto parece hablar con la siguiente. El colín plano no solo remite al flat track, también equilibra visualmente el volumen del depósito, que a su vez dialoga con la geometría del chasis. Nada está puesto porque sí. Incluso los materiales (titanio, aluminio mecanizado, fibra de carbono) tienen su papel narrativo, como si la moto contara su evolución desde el boceto hasta el primer rugido de motor.

¿Moto o instalación artística?

Si esta T120 estuviera en una galería, nadie levantaría una ceja. Y no porque sea silenciosa, sino porque su diseño parece responder más a una intención expresiva que a una necesidad práctica. Claro que anda, claro que frena. Pero sobre todo, comunica. Es arte cinético, es diseño gráfico con escape libre, es una escultura funcional que no necesita pedestal, solo un poco de asfalto.