Deja aquí tu chiste no se admiten devoluciones
entra un tío en un banco, encapuchado con una media en la cabeza, y con una metralleta del calibre 14. Pega un ostión a la puerta y empieza a gritar desesperao:
-me cago en la puta, todo el mundo al suelo, esto es un atraco.
Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta (se lía a disparar contra el techo, ante el acojone de los presentes).
A ver, quiero toda la pasta de la caja ahora mismo, cagondiós.
Ra-ta-ta-ta-ta. Que no se mueva nadie o no respondo, hostia puta, venga ese dinero. Tú, cajera de, dame toda la pasta.
Ahora. Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta.
La cajera, acojonada, traga saliva, respira hondo, se santigua, se dirige amablemente al ladrón:
- Oiga, que, es que, esto no es, no es lo que usted cree.
El atracador:
- No me vengas con gilipolleces. Hostia, ¿Qué dices? ¿Qué pasa?
La cajera:
- Es que, esto, esto no es un banco como los demás.
Y el atracador:
- Que quiere decir que no es un banco como los demás, no me jodas, cagonlaputa, venga esa pasta, de una vez.
Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta.
Y la cajera, intentando sonreír:
-no puede ser. (glups), aquí no, aquí es que no hay dinero. Esto es un banco de semen.
El atracador se sale de los nervios:
- Pero que. Me cagonlarreputa.
Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta. ¿pues no mha jodido la tía? A ver, ¿y que leches tenéis en esos cajones?
La cajera, algo más serena:
-son, muestras de semen. Abre el cajón y le enseña una serie de probetas llenas del liquidillo.
El chorizo se queda pensativo, y al rato le dice:
-¿vaya, sí? Pues ahora te vas a beber una, cagonlaputaya.
Nuevo careto de pánico de la cajera:
-pero.
Que te bebas una ahora mismo, hostia. Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta. No me pongas nervioso y obedece. Ra-ta-ta-ta-ta-ta.
La tía empieza a llorar, se vuelve a santiguar, coge la probeta, se la mira, mira al atracador.
- ¿a qué esperas? Bébetela ya de una vez.
Ella suspira, se tapa la nariz, cierra los ojos, y se bebe todo el contenido de la probeta de un trago (en plan para adentro).
El chorizo la mira a los ojos, se quita la media de la cabeza, se acerca a ella, y le dice muy suavemente:
-¿lo ves, Bea, cariño, como si quieres, puedes? .
Los sabios hablan porque tienen algo que decir, los tontos lo hacen porque tienen que decir algo.