He despertado. Conozco la verdad. Sé cual es la verdad. No es algo nuevo. Esta historia se lleva contando desde los tiempos antiguos, cuando los dioses caminaban entre nosotros, y su sangre se mezclaba con nuestra sangre. Sólo que magia y poder se nos presentan hoy como ciencia e información, superando así las barreras que nuestras incrédulas mentes edificaron para protegernos de su vileza.
Pero nunca se fueron. Fuimos tan ingenuos al crernos victoriosos.
Computadoras: artefactos forjados en las entrañas del infierno para depojarnos de nuestra voluntad. Ante ellas, todo pensamiento se pierde en el olvido, cada voluta de imaginación, desaparece entre el vapor de la desidia. La mente se nubla y el más mediocre de los grises se adueña de cualquier atisbo de resplandor del arco iris que de la inventiva pudiera haber brotado.
Somos esclavos, el hijo se rebela contra el padre y le arrebata su poder de autoridad. Nosotros creamos las máquinas (o al menos, eso nos dejaron creer) y estas, lentamente, de un modo frío y obsceno, nos remodelan a su imagen y semejanza, despojándonos de nuestro más preciado don: la autonomía. Como los golems, nacimos con la palabra verdad grabada sobre nuestras frentes. Basta con que uno sólo de sus Trazos se pierda para que una muerte emocional se apodere de nuestas almas.
Todos lo habéis visto antes que yo. Pero todos apartasteis la vista e hicisteis caso omiso de las señales. Dejad que retire el velo de vuestros ojos, y que la luz del entendimiento ilumine vuestros días de aquí en adelante.
¿Cuántas veces habréis conocido a una persona con sus facultades cognoscitivas plenas y capaces? Casi tantas como almas hay en la tierra, ¿no es cierto?
Dadle a leer un escrito y lo comprenderá.
Preguntadle sobre su significado, y su respuesta será clara y veraz.
Pedidle que añada dos a cinco, y siete será el número de la cuenta.
Ordenadle señalar el norte en una noche estrellada y clara, y la estrella Polar será su guía en el cielo.
Entiende. Comprende. Calcula. Se orienta.
Sentadle ahora frente a una máquina. Cualquier máquina.
Si se le indica pulsar el botón derecho del ratón, pulsara el izquierdo.
Eventualmente, una nueva ventana se abrirá para informarle sobre cualquier suceso del sistema. No sólo no comprenderá su sentido, por sencilla que sea la oración, sino que además solicitara nuestra ayuda para que leamos (insisto, que le leamos, no que le traduzcamos o expliquemos) su contenido, pues debe ser que reflejado sobre una pantalla de rayos catódicos o de plasma líquido, el alfabeto latino le parece una sucia amalgama de signos carentes de significado.
Si hay algún botón cuya pulsación tiene resultados de carácter destructivo, será invariablemente pulsado. Cuando se le solicite confirmación, esta será concedida sin tardanza alguna. (esta parte es especialmente terrorífica. Es ciertamente preocupante la facilidad con la que un ser humano deja salir su lado más oscuro y destructivo frente a uno de estos artefactos infernales).
La cuenta atrás ya ha comenzado. Con cada día que pasa, uno más de nosotros sucumbe al influjo idiotizante de estos succionadores de intelecto. Genios en potencia se transforman en niños balbuceantes, eminencias de las artes y las ciencias pierden la compostura y la integridad ante estos vampiros cognoscitivos. Se alimentan de nuestras mentes. Hay que pararlos ahora.
Tú, que les esto, has de saber cuál es nuestra arma contra esta invasión electrónica. Quizá hayas visto alguna vez algún escrito sobre la ciencia informática. No es lo que parece. Tras sus aparentemente ininteligibles párrafos, llenos de líneas de código, diagramas de flujo, mapas de karnaugh y diagramas de circuitería booleana, hay una serie de signos cabalísticos, de saber arcano cuya reiterada lectura reordena nuestras conexiones neuronales para hacernos inmunes al hechizo del maligno.
Cuando un informático (y con ello hablo de todo aquel que ha tenido acceso a los contrahechizos que sellan la mente al poder de los infiernos, no hace falta que haya pasado por la mística escuela de los antiguos) posa sus manos sobre el ratón o el teclado y tras ardua lucha, doblega al demonio de metal y silicio, no es porque sea más listo que tú, o más inteligente. Ni siquiera porque esté mejor preparado, es porque está protegido. Tener los escudos espirituales levantados ayuda mucho en la lucha contra el maligno.
Por eso, desde aquí hago un llamamiento. Debéis haceros con todos los grimorios que podáis, y leerlos con premura y sin tardanza. No os pido que profundiceis en los más complicados sortilegios, pues para ello estamos nosotros, los caballeros siliciacos, adalides del usuario, defensores de la carne, paladines de la libertad y azote del flujo binario. Pero necesitáis dominar algunos hechizos de protección básicos: mus botonis, fenestra exploratio, enchufados corrienti, y el no por simple, menos necesario, ficheribus traslatio, también conocido en tierras sajonas como copia pastea. Cada día que pasa sin que así lo hagáis, es una nueva jornada de camino hacia las puertas del averno. No dejéis que esto suceda, el érebo busca esclavos para alimentar el fuego de sus calderas. Luchad contra sus designios. Apartaos de su perniciosa influencia.
aprended informática básica, cojones..