No sabemos si por efecto de algún tipo de resaca febril propia de la ebriedad del artista al que la fama relativa se le ha subido a la cabeza, o por estupidez, en CGnode hemos descubierto una faceta de Juan Siquier que dice muy poco en su favor.
J. S, no es ni de lejos, y no invocamos con esto a ningún tipo de rencor subsayecente, uno de nuestros artistas 3d predilectos. Si bien contiene todos los vicios del artista clásico que a adoptado los recursos de la tecnología para adaptar su obsoleta formación artística, los modelos que nos presenta, carecen de toda la fuerza y sentimiento que se plasman en las obras de los nuevos descubridores de este arte moderno.
Sus consejos como cgartist invocan a una especie de vulgar y mal disimulado narcisismo, más común en el estudiante de arte que en el artista hecho a sí mismo. Pese a su formación clásica, no postura la mentalidad del gran artista cuya máxima es llamar a la pasión en cada una de sus vertientes, sino que se limita a invocar a la técnica como máximo exponente de su disciplina, incluso sobre la de aquélla (el 3d), en la que simplemente es un intruso que cree Poser la panacea de todos los entresijos del digital art.
El último retrato orgánico presentado -arriba a la izquierda, es el segundo trabajo en modelado orgánico que ha realizado. Como podemos observar se trata de una reproducción gris y desapasionada de un modelo sin vida, que evoca a los dibujos y retratos que realizaba mi abuelo (aunque ustedes no conozcan a mi abuelo, os aseguro que es clavado). La verdad es que me duelen las yemas de los dedos al teclear orgánico, ya que este trabajo tiene de orgánico lo que el teclado de mi ordenador.
Según palabras del propio Siquier, es una reproducción de una fotografía de su sobrina (anda que su sobrina estará contenta). Estamos convencidos de que la fotografía tiene más vida que esta cosa rancia que, sin embargo, gusta mucho más que el resto de sus trabajos. Sobrios edificios y fortalezas arquitectónicas, un sintetizador, y una aletargadora colección de parcos retratos de la urbanidad, en forma de muros y huecos, más propia del arquitecto que del pintor. He aquí, ese máximo reclamo de la técnica sobre el espíritu, que tanto se jacta de tener el moñigón este. No es de extrañar pues, que guste más este retrato sin espíritu que el resto de sus composiciones. Si bien es cierto que la fama y la popularidad en ciertos sectores, se ve limitada por la suerte y la hola, hemos verificado con mayor razón que nunca, que la fama para algunos es pura chiripa.